Sobre el «Abuso Sexual en la Infancia» por la Lic. y Dra. Paula Toledo

Probablemente el Abuso Sexual a niños, niñas y adolescentes sea de los delitos más siniestros que nos podamos imaginar. No sólo se trata de un hecho que corrompe el cuerpo sino también la subjetividad de ese ser, dándose la apropiación de un sujeto que en ese acto es convertido en un objeto para su abusador.

Fernando Ulloa habla de la encerrona trágica para referirse a una situación de desamparo cruel en la que se plantean dos lugares sin tercero de apelación.  En la encerrona trágica la víctima, para salir del sufrimiento, depende de alguien a quien rechaza totalmente y a su vez recibe el rechazo de ese de quién depende.

Como bien nos señala Ulloa, la crueldad siempre está comprometida con la mentira y ello nos permite calibrar el daño que puede constituir para el sujeto. Bajo la pretensión moral del bien, en nombre del cual se entabla la relación entre abusador y abusado (padre-hijo, profesor-estudiante, entrenador-deportista, cura-súbdito, etc) puede ir encubierto en forma obscena la verdad de los delitos cometidos. Faltos de memoria, es probable que quede convertida la transgresión en una infracción menor y arrojada livianamente al olvido.

Me voy a valer de las elaboraciones de este autor para afirmar con él que existen dispositivos socioculturales que posibilitan y profundizan las condiciones necesarias de la crueldad. Una sociedad que no se cuestiona lo suficiente la práctica del abuso, que no le cree a la víctima, que silencia estos temas (como todo lo referido a la sexualidad humana) y los que colaboran para que estas prácticas existan; configura una cierta complicidad necesaria para darle a la tragedia que significa el abuso sexual su carácter siniestro. En cierto sentido, la crueldad se nos ha hecho costumbre, hemos abonado una verdadera cultura de la mortificación, haciendo pie en la idea freudiana por la que el malestar se nos ha vuelto costumbre.

Me interesa destacar ciertos hechos que nos podrían proponer una salida posible a los sistemas de encubrimiento que nos damos como sociedad. Me refiero a la denuncia pública y judicial. Dada la dimensión pública que tiene este delito es de suma importancia  el pasaje a lo público cuando se dan a conocer hechos de abuso sexual y, por su parte, cuando se llevan a cabo debidamente los procesos judiciales.

Contamos en nuestra geografía con algunos hechos especialmente relevantes en este sentido: Se encuentra sancionada la ley N°27.206 de Respeto al tiempo de las víctimas, que establece la imprescriptibilidad para los delitos de Abuso Sexual, independientemente del tiempo transcurrido desde la comisión del hecho. Este hecho jurídico modifica el escenario social legitimando la voz de aquellos que padecieron Abuso y que podrán transitar un proceso judicial con mejores garantías.

Esta modificación nos requiere como sociedad una transformación que promueva la denuncia de este delito y que posibilite condiciones de realizar un proceso digno para quien decide llevar adelante el reclamo de justicia.

La provincia de Entre Ríos ha sido el territorio de juicios emblemáticos en materia de Abuso Sexual. Cabe mencionar el Juicio al cura Ilarraz (el que se llevará a cabo el próximo lunes 16 de abril de 2018 en la ciudad de Paraná), que fue inspiración para la sanción de la ley de respeto al tiempo de las víctimas, el juicio al cura Escobar Gaviria quién recibió una condena histórica de 25 años de cárcel efectiva y el caso Rivas en Gualeguaychú, entre otros. Estos hechos han conmovido profundamente a la sociedad y nos ha convocado fuertemente a organizarnos y darnos un trabajo de pensar rigurosamente cómo puede abordarse esta problemática del mejor modo posible.   

Actualmente se han dado a conocer hechos de abuso en el ámbito del futbol juvenil, los que tanto como los abusos cometidos en ámbitos eclesiásticos nos llaman a asumir un fuerte posicionamiento de repudio y sanción social sobre aquello que nos resulta imposible de aceptar. Estamos fuertemente interpelados como actores sociales a cuidar a los nuevos, nuestros niños y jóvenes, habilitando siempre una escucha que de créditos a la verdad del drama que sufre la víctima de abuso, pero también tomando conocimiento, cumpliendo y haciendo cumplir los protocolos vigentes de actuación para casos de abuso y, fundamentalmente aportando al repudio colectivo que nos conduzca a un pronunciamiento claro en contra del Abuso Sexual a niños, niñas y adolescentes.

Destaco, en este sentido, la importancia de hablar sobre el abuso sexual, es la primera forma de hacerle al tema un lugar y darle entidad. Despejar como responsable del hecho al abusador y no a la víctima. La víctima, por insólito que parezca aunque no por ello menos frecuente, suele sentarse en el banquillo de los acusados. No creer en su testimonio o suponer que ha provocado el abuso son formas brutales e insultantes de cinismo contra los niños y jóvenes que relatan lo que han sufrido.

Finalmente, el abuso sexual infantil ha tomado notoriedad y se ha vuelto un escándalo mediático. Para que estas denuncias sigan su curso, para que, como dice Ulloa, devengan de queja en protesta, es necesario que en el camino este hecho se encuentre con muchos otros dispuestos a soportar el dolor y la incomodidad que nos plantea el tema. Primero poder escuchar, soportar un relato brutal, y luego informarse desde el compromiso sobre cómo proceder. No apresurarnos a soltar el problema y consolarnos diciéndonos que hemos hecho lo que debíamos. El Abuso Sexual es un problema que nos concierne a todos, a cada uno desde su lugar. Es fundamentalmente asumirlo con responsabilidad y desde ese lugar hacernos preguntas: ¿cómo el abuso sexual es posible?, ¿cuáles son sus condiciones de posibilidad?, ¿qué lugar le cabe al Estado y sus instituciones?, ¿qué tratamiento le dan los medios masivos de comunicación?, ¿cómo circula el tema en las redes sociales? Para comenzar a abordar este problema debemos concebirlo como un problema de la salud integral de las personas y sociedades, un problema de salud pública que requiere abordarse desde una perspectiva de derecho y ya no como un problema privado de la persona víctima de abuso sexual.  

Paula Toledo
Lic. en Psicología
Dra. en Educación
M.P 938

Abril 2018

 

 

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